ZACARÍAS
Esta profecía es adecuada para todos, porque su objetivo es reprender
por el pecado, anunciar
los juicios de Dios contra el impenitente, y exhortar a los que temen a
Dios con las seguridades de
la misericordia que Dios tiene reservadas para su Iglesia, y
especialmente de la venida del Mesías, y
el establecimiento de su reino en el mundo.
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CAPÍTULO I
Versículos 1—6. Exhortación al
arrepentimiento. 7—17. Visión
del ministerio de los ángeles. 18—
21. Seguridad de los judíos y la destrucción
de sus enemigos.
Vv. 1—6. La omnipotencia de Dios y su dominio
soberano debieran comprometer y animar a los
pecadores a arrepentirse y volverse a Él. Muy deseable es tener a Jehová
de los ejércitos como
amigo nuestro, y muy temible es tenerlo como nuestro enemigo. Revisad lo
pasado y observad el
mensaje que Dios envió por sus siervos, los profetas, a sus padres.
Volveos ahora de sus malos
caminos y de sus malas obras. Convenceosque dejar sus pecados es la
única forma de impedir la
ruina que vendrá. —¿Qué llegaron a ser nuestros padres y los profetas
que les predicaron? Todos
muertos e idos. Ahí estuvieron, en las ciudades y países donde vivimos,
pasando y volviendo a
pasar por las mismas calles, habitando en las mismas casas, negociando
en las mismas tiendas y
mercados, adorando a Dios en los mismos lugares, pero ¿dónde están?
Cuando murieron no fue el
fin de ellos; están en la eternidad, en el mundo de los espíritus, el
mundo inmutable hacia el que
marchamos apresuradamente. ¿Dónde están? Los que vivieron y murieron en
pecado están en los
tormentos. Los que vivieron y murieron en Cristo están en el cielo; y si
nosotros vivimos y morimos
como ellos, dentro de poco tiempo estaremos con ellos eternamente. Si no
les importó sus almas,
¿es razón para que su posteridad deba destruir también las suyas? —Los
profetas se fueron. Cristo
es el Profeta que vive por siempre, pero todos los demás profetas tienen
un punto final puesto a su
oficio. ¡Oh, que esta consideración tuviera el debido peso; que los
ministros moribundos traten con
gente moribunda sobre sus almas que nunca mueren, y sobre una eternidad
sobrecogedora, al filo de
la cual se encuentran! Nosotros y nuestros profetas viviremos para
siempre en otro mundo:
prepararse para ese mundo debiera ser nuestra mayor preocupación en
éste. —Los predicadores
murieron y los oyentes murieron, pero la palabra de Dios no muere; ni
una jota ni una tilde de ella
caerán en tierra porque Él es justo.
Vv. 7—17. El profeta vio un bosquecillo oscuro y
sombrío oculto por colinas. Esto representaba
la baja y triste condición de la iglesia judía. Un hombre, como un
guerrero, montado en un caballo
alazán, en medio de los mirtos en la hondonada. Aunque la iglesia estaba
en baja condición, Cristo
estaba presente en medio, listo para manifestarse para alivio de su
pueblo. Detrás de Él había
ángeles listos para ser utilizados en su servicio; algunos en actos de
juicio; otros, de misericordia;
otros, en sucesos varios. Si deseamos saber algo de los misterios del
reino de los cielos, debemos
acudir, no a los ángeles, porque ellos mismos son aprendices, sino a
Cristo mismo. Él está
preparado para enseñar a los que humildemente desean aprender las cosas
de Dios. —Las naciones
cercanas a Judea disfrutaban paz en aquella época, pero el estado de los
judíos era inestable, lo que
dio lugar a la súplica que siguió, pero sólo debe esperarse misericordia
por medio de Cristo. La
intercesión por su Iglesia prevalece. Jehová le contestó al ángel, el
ángel del pacto, con promesas de
misericordia y liberación. Todas las palabras buenas y las palabras
consoladoras del evangelio las
recibimos de Jesucristo, como Él las ha recibido del Padre, en respuesta
a la oración de su sangre; y
sus ministros tienen que predicarlas a todo el mundo. La tierra se quedó
callada y estaba en reposo.
No es raro que los enemigos de Cristo estén en reposo en el pecado
mientras su pueblo está
soportando corrección, acosado por la tentación, inquietos por temores
de la ira o gimiendo bajo la
opresión y la persecución. Aquí hay anuncios que se refieren al
avivamiento de los judíos después
del cautiverio, pero esos sucesos fueron sombra de lo que ocurrirá en la
Iglesia después de
terminada la opresión de la Babilonia del Nuevo Testamento.
Vv. 18—21. Los enemigos de la Iglesia amenazan con
cortar el nombre de Israel. Son cuernos,
emblemas de poder, fuerza y violencia. El profeta los vio tan
formidables que empezó a desesperar
de la seguridad de todo hombre bueno, y del éxito de toda buena obra,
pero el Señor les mostró
cuatro carpinteros facultados para cortar los cuernos. Con el ojo de los
sentidos vemos el poder de
los enemigos de la Iglesia; en cualquier manera que miremos, el mundo
nos muestra eso, pero es
sólo con el ojo de la fe que la vemos segura. El Señor nos muestra eso.
Cuando Dios tiene obra que
hacer, levantará a alguien para que la haga, y a otros para que la
defiendan y protejan a los ocupados
en hacerla. ¡Qué razón hay para mirar con amor y alabanza al Espíritu
santo y eterno, que tiene el
mismo cuidado por los intereses presentes y eternos de los creyentes,
llevando a la Iglesia a conocer
por la santa palabra las cosas maravillosas de la salvación!
CAPÍTULO II
Versículos 1—5. Prosperidad de
Jerusalén. 6—9. Los
judíos llamados a volver a su tierra. 10—13.
Promesa de la presencia de Dios.
Vv. 1—5. El Hijo de David, el mismo hombre Cristo
Jesús, a quien el profeta ve con un cordel de
medir en su mano, es el Maestro constructor de su Iglesia. Dios se fija
en la expansión de su Iglesia
y cuidará de que haya espacio cualquiera sea el número de invitados
llevados al banquete de boda.
Esta visión significa bien para Jerusalén. Los muros de una ciudad, al
tiempo que la defienden
encierran a sus habitantes, pero Jerusalén será extendida tan libremente
como si no tuviera muros en
absoluto, pero estará tan segura como si tuviera los muros más fuertes. —En
la Iglesia de Dios aún
hay lugar para otras multitudes, más de lo que puede contar el hombre.
No se rechazará a nadie que
confíe en Cristo; y Él nunca echa del cielo a un verdadero miembro de la
Iglesia de la tierra. Dios
será muro de fuego alrededor de ellos, por el cual no se puede entrar ni
se puede minar ni puede ser
asaltado sin riesgo para los que atacan. Esta visión iba a ser
plenamente cumplida en la Iglesia del
evangelio, que se extiende para recibir a los gentiles en ella; y que
tiene al Hijo de Dios como su
Príncipe y Protector; en especial en los tiempos gloriosos aún por
venir.
Vv. 6—9. Si Dios edifica a Jerusalén para el
pueblo y su consuelo, ellos deben habitarla para Él
y para su gloria. Las promesas y los privilegios con que es bendecido el
pueblo de Dios, debe
comprometernos a unirnos a ellos, cualquiera sea el costo para nosotros.
Cuando Sion es extendida
para dar cabida a todo el Israel de Dios, la gran locura es que alguno
de ellos se quede en Babilonia.
El cautiverio de un estado pecador no tiene que continuar de ninguna
manera, aunque un hombre se
sienta cómodo en las cosas del mundo. Escapa por tu vida, no mires
atrás. Cristo ha proclamado
liberación a los cautivos, la cual ha hecho Él mismo y concierne a cada
uno resolver que el pecado
no tenga dominio sobre sí. Los que se encuentren entre los hijos de
Dios, deben salvarse de este
mundo, ver Hechos ii, 40. —Lo que Cristo hará por su Iglesia será prueba
evidente del cuidado y
afecto de Dios. El que te toca, toca la pupila de su ojo. Esta es una
fuerte expresión del amor de
Dios por su Iglesia. Él toma lo que se hace contra ella como un ataque
contra la parte más sensible
del ojo, al que el roce mínimo irrita. Cristo es enviado para ser el
protector de su Iglesia.
Vv. 10—13. He aquí una predicción de la venida de
Cristo en naturaleza humana. Muchas
naciones renunciarán a la idolatría ese día, y Dios reconocerá como su
pueblo a los que se le unan
con propósito de corazón. Se predicen tiempos gloriosos como profecía de
la venida y del reino de
nuestro Señor. Dios está por hacer algo inesperado y muy sorprendente, y
a alegar la causa de su
pueblo que ha parecido abandonado por mucho tiempo. Sometéos
silenciosamente a su santa
voluntad, y esperad con paciencia el acontecer; seguro de que Dios
completará su obra. Viene a
juzgar antes que pase mucho tiempo, para completar la salvación de su
pueblo y castigar a los
habitantes de la tierra por sus pecados.
CAPÍTULO III
Versículos 1—5. La restauración de
la Iglesia. 6—10. Una
promesa concerniente al Mesías.
Vv. 1—5. El ángel, en una visión, le muestra a
Zacarías al sumo sacerdote Josué. La culpa y la
corrupción son grandes desalientos cuando estamos ante Dios. Por la
culpa de los pecados
cometidos por nosotros, estamos expuestos a la justicia de Dios; por el
poder del pecado que habita
en nosotros, somos aborrecibles para la santidad de Dios. Hasta el
Israel de Dios peligra en estas
cuentas, pero ellos tienen socorro de Jesucristo, que es hecho por Dios
nuestra justicia y
santificación. —El sumo sacerdote Josué es acusado como delincuente,
pero es justificado. Cuando
estamos ante Dios para ministrar o cuando defendemos a Dios, debemos
esperar toda la resistencia
que pueden dar la sutileza y malicia de Satanás, el cual está controlado
por Uno que lo venció y
muchas veces lo hizo callar. Los que pertenecen a Cristo lo encontrarán
para comparecer por ellos
cuando Satanás se manifiesta más fuertemente contra ellos. Un alma
convertida es un tizón sacado
del fuego por un milagro de la gracia gratuita, por tanto no será dejada
como presa de Satanás. —Se
muestra a Josué como uno contaminado, pero ha sido purificado; él
representa al Israel de Dios, que
son todos como cosa inmunda hasta que son lavados y santificados en el
nombre del Señor Jesús, y
por el Espíritu de nuestro Dios. Ahora Israel estaba libre de la
idolatría, pero había muchas cosas
malas en ellos. Había enemigos espirituales haciendo la guerra contra
ellos, más peligroso que
cualquiera de las naciones vecinas. —Cristo aborreció la inmundicia de
las ropas de Josué, pero no
lo desechó. Así hace Dios por su gracia con los que ha escogido para que
sean sacerdotes para Él.
La culpa del pecado es quitada por la misericordia que perdona, y su
poder es roto por la gracia que
renueva. Así Cristo lava en su sangre de sus pecados a los que hace
reyes y sacerdotes para nuestro
Dios. Aquellos a quienes Cristo hace sacerdotes espirituales, los viste
con la túnica inmaculada de
su justicia, y vestidos de ella comparecen ante Dios, y con las gracias
de su Espíritu que son sus
adornos. La justicia de los santos, imputada e implantada, es el lino
fino, limpio y blanco, con que
se atavía la desposada, la esposa del Cordero, Apocalipsis xix, 8. Josué
es restaurado a los honores y
cometidos anteriores. Le es puesta la corona del sacerdocio. Cuando el
Señor determina restaurar y
revivir la religión, estimula a los profetas y al pueblo para que oren
por ella.
Vv. 6—10. A quienes Dios llama para algún oficio
los encuentra aptos o los hace aptos. El
Señor eliminará los pecados del creyente por su gracia que santifica y
lo capacitará para andar en la
vida nueva. —Como las promesas hechas a David suelen ser promesas del Mesías,
así las promesas
a Josué miran a Cristo, de cuyo sacerdocio Josué era sombra.
Cualesquiera sean las pruebas por que
pasemos, cualesquiera sean los servicios que desempeñemos, toda nuestra
dependencia debe
reposar en Cristo, el Renuevo de justicia. Él es el Siervo de Dios,
empleado en su obra, obediente a
su voluntad, devoto de su honra y gloria. Él es el Renuevo del cual debe
recogerse todo nuestro
fruto. —El ojo de su Padre estaba sobre Él, especialmente en sus
sufrimientos, y cuando fue
enterrado en la tumba, como las piedras del fundamento están bajo
tierra, fuera de la vista de los
hombres. Pero la profecía denota antes bien la atención dada a esta
preciosa Piedra del Ángulo.
Desde el comienzo todos los creyentes han mirado a ella en los tipos y las
predicciones. Todos los
creyentes después de la venida de Cristo, mirarán a ella con fe,
esperanza y amor. —Cristo
comparecerá como el Sumo Sacerdote para todos sus escogidos cuando estén
ante el Señor,
teniendo los nombres de todo Israel grabado en las piedras preciosas de
su pectoral. Cuando Dios
dio un remanente a Cristo para ser traído a la gloria por medio de la
gracia, entonces grabó esta
piedra preciosa. —Por Él será quitada la culpa y su dominio; Él lo hizo
en un día, aquel día en que
sufrió y murió. ¿Qué podría aterrorizar cuando el pecado sea quitado?
Entonces nada podrá
dañarnos y nos sentaremos a la sombra de Cristo con delicia, y estaremos
amparados por ella. Y la
gracia del evangelio, con poder, hace valientes a los hombres para llevar
a otros a ella.
CAPÍTULO IV
Versículos 1—7. Visión de un
candelabro con dos olivos. 8—10. Más exhortación. 11—14.
Explicación de los olivos.
Vv. 1—7. El espíritu del profeta estaba dispuesto
para asistir, pero la carne era débil. Debemos
rogar a Dios que cada vez que nos hable, nos despierte, y entonces,
animarnos a nosotros mismos.
—La Iglesia es un candelabro de oro, o porta lámparas, puesta para
iluminar este mundo tenebroso,
y sostener la luz de la revelación divina. Se ven dos olivos, uno a cada
lado del candelabro, de los
cuales fluía sin cesar aceite al depósito. Dios hace que ocurran sus
propósitos de gracia acerca de su
Iglesia, sin ningún arte ni labor del hombre. A veces, hace uso de
instrumentos aunque no los
necesita. —Esto representa la abundancia de la gracia divina, para
iluminar y hacer santos a los
ministros y miembros de la Iglesia, lo cual no puede ser logrado ni
impedido por ningún poder
humano. —La visión nos asegura que la buena obra de edificar el templo
será llevada a un final
feliz. La dificultad está representada como un gran monte. Pero todas
las dificultades se
desvanecerán y todas las objeciones se superarán. La fe moverá montañas,
y las hará llanuras.
Cristo es nuestro Zorobabel; había montañas de dificultades interpuestas
en el camino de su
esfuerzo, pero nada es demasiado difícil para Él. Lo que viene de la
gracia de Dios puede, por fe,
ser encomendado a la gracia de Dios, porque Él no abandonará la obra de
sus manos.
Vv. 8—10. El cumplimiento exacto de las profecías
bíblicas es prueba convincente de su origen
divino. Aunque los instrumentos sean débiles e improbables, Dios los
elige para hacer grandes cosas
por medio de ellos. No hay que despreciar la luz del amanecer; brillará
más y más hasta que el día
sea perfecto. Los que desesperaban de finalizar la obra se regocijarán
cuando vean a Zorobabel dar
las instrucciones sobre qué hacer, y cuidando que la obra sea hecha.
Consuelo para nosotros es que
la misma Providencia todopoderosa y omnisciente, que gobierna la tierra,
esté particularmente
interesada en la Iglesia. Todo aquel que tenga plomada en su mano debe
mirar a los ojos del Señor,
tener constante consideración de la Providencia divina, actuar
dependiendo de su dirección y
someterse a sus disposiciones. Fijemos nuestra fe en Cristo y veamos que
ejecuta Su obra conforme
a su propio plan glorioso, y llevando diariamente casi a consumación su
edificio espiritual.
Vv. 11—14. Zacarías desea saber qué son los dos
olivos. Zorobabel y Josué, el príncipe y el
sacerdote, estaban dotados de los dones y gracias del Espíritu Santo.
Vivieron al mismo tiempo y
ambos fueron instrumentos en la obra y el servicio de Dios. Los oficios
de Cristo como Rey y
Sacerdote fueron prefigurados por ellos. De la unión de estos dos
oficios en su persona, Dios y
hombre, se recibe e imparte la plenitud de la gracia. Ellos edifican el
templo, la Iglesia de Dios. Es
lo que hace Cristo espiritualmente. Cristo no es sólo el Mesías, el
Ungido mismo, sino el Buen
Olivo para su Iglesia; y recibimos de su plenitud. De Cristo el Olivo
por el Espíritu, la rama del
Olivo, fluye todo el aceite dorado de la gracia a los creyentes, el cual
mantiene ardiendo sus
lámparas. Busquemos, por la intercesión y generosidad del Salvador,
provisión de esa plenitud que,
hasta ahora, ha bastado a todos sus santos, conforme a sus pruebas y
ocupaciones. Atendámosle en
sus ordenanzas, deseando ser santificados totalmente en cuerpo, alma y
espíritu.
CAPÍTULO V
Versículos 1—4. Visión de un rollo
que vuela. 5—11. Visión
de una mujer y un efa.
Vv. 1—4. Las Escrituras del Antiguo Testamento y
del Nuevo Testamento son rollos en que Dios ha
escrito las cosas grandiosas de su ley y el evangelio; son rollos que
vuelan. La palabra de Dios corre
muy rápidamente, Salmo cxlvii, 15. Este rollo volador contiene una
declaración de la justa ira de
Dios contra los pecadores. ¡Oh, qué viésemos con el ojo de la fe el
rollo volador de la maldición de
Dios, que pende sobre el mundo culpable como una nube espesa, no sólo
reteniendo los rayos
luminosos del favor de Dios, sino hinchada de truenos, rayos y
tormentas, listos para destruirlos!
¡Entonces, cuán bienvenida sería la buena nueva de un Salvador, que vino
a redimirnos de la
maldición de la ley, siendo Él mismo hecho maldición por nosotros! El
pecado es la ruina de las
casas y las familias; especialmente el daño al prójimo y el falso
testimonio. ¿Quién conoce el poder
de la ira de Dios? La maldición de Dios no puede ser mantenida fuera con
rejas ni cerrojos.
Mientras una parte de la maldición de Dios destruye la sustancia del
pecador, otra parte reposa en el
alma y la hunde para el castigo eterno. Todos somos transgresores de la
ley, así que no podemos
escapar de la ira de Dios, salvo que huyamos a refugiarnos aferrándonos
de la esperanza puesta
delante de nosotros en el evangelio.
Vv. 5—11. El profeta ve un efa en esta visión,
algo con la forma de una medida de maíz. Esto
señala a la nación judía. Están llenando la medida de su iniquidad; y
cuando esté llena, serán
entregados en manos de quienes Dios los vendió por sus pecados. —La
mujer sentada en medio del
efa representa a la iglesia y nación pecadora de los judíos, en su era
postrera y corrupta. La culpa
está sobre el pecador como un peso de plomo para hundirlo en el infierno
más bajo. Esto parece
significar la condenación de los judíos, después que llenaron la medida
de sus iniquidades
crucificando a Cristo y rechazando su evangelio. Zacarías ve el efa con
la mujer así metida ahí,
llevada a un país lejano. Esto intima que los judíos serían sacados
aprisa de su tierra y obligados a
habitar en países lejanos, como habían estado en Babilonia. Ahí será
puesto firmemente en el efa, y
sus sufrimientos continuarán por mucho más tiempo que en su último
cautiverio. La ceguera ha
sobrevenido a Israel y ellos están establecidos sobre su propia
incredulidad. Que los pecadores
teman apilar ira para el día de la ira; porque mientras más multipliquen
delitos, más rápidamente se
llena la medida.
CAPÍTULO VI
Versículos 1—8. Visión de los
carros. 9—15. Josué,
el sumo sacerdote, coronado como tipo de
Cristo.
Vv. 1—8. Esta visión puede representar los
caminos de la Providencia en el gobierno de este mundo
inferior. Cualesquiera sean las providencias de Dios sobre nosotros, en
los asuntos públicos o
privados, debemos verlas como viniendo de en medio de las montañas de
bronce, los consejos y
decretos inmutables de Dios; y, por tanto, reconocer como gran necedad
nuestra lucha contra ellas,
porque nuestro deber es someternos a ellas. Sus providencias se mueven
rápida y poderosamente
como carros, pero todas están dirigidas y gobernadas por su sabiduría
infinita y voluntad soberana.
Los caballos alazanes significan guerra y derramamiento de sangre. Los
negros significan las
desalentadoras consecuencias de la guerra, hambres, pestes y
desolaciones. Los blancos significan
el retorno del consuelo, la paz y la prosperidad. Los overos significan
hechos de diferentes
pareceres, un día de prosperidad y un día de adversidad. —Los ángeles
van como mensajeros de los
consejos de Dios, y ministros de su justicia y misericordia. Y los
motivos e impulsos secretos de los
espíritus de los hombres, por los cuales son ejecutados los designios de
la providencia, son estos
cuatro espíritus de los cielos, que salen de Dios y cumplen lo que
designe el Dios de los espíritus de
toda carne. Todos los hechos que ocurren en el mundo surgen de los
consejos inmutables del Señor
formados en sabiduría inerrable, justicia, verdad y bondad perfectas; en
la historia se halla que los
hechos, que parecen aludidos aquí, sucedieron en el período en que esta
visión fue enviada al
profeta.
Vv. 9—15. Algunos judíos de Babilonia trajeron una
ofrenda a la casa de Dios. Los que no
pueden aportar al avance de una buena obra con sus personas, deben,
según puedan, hacerla avanzar
con su bolsa: si algunos ponen las manos, que otros las llenen. —Hay
coronas por hacer y para
poner sobre la cabeza de Josué. Se usa la señal, hacer más notoria la
promesa de que Dios levantará,
cuando se cumpla el tiempo, a un gran Sumo Sacerdote como Josué, que no
es sino la figura de Uno
que está por venir. Cristo es no sólo el Fundamento, sino el Fundador de
este templo, por su Espíritu
y su gracia. La gloria es una carga, pero no demasiado pesada para que
la lleve Aquel que sostiene
todas las cosas. La cruz fue su gloria y la soportó; así es la corona,
un excelente peso de gloria, y Él
la lleva. —El consejo de paz debe ser entre el sacerdote y el trono,
entre el oficio sacerdotal y el
oficio real de Jesucristo. La paz y el bienestar de la iglesia del
evangelio, y de todos los creyentes,
serán realizados, aunque no por dos personas separadas, sino por dos
oficios distintos en una
persona; Cristo adquiere toda la paz por su sacerdocio, y la mantiene y
defiende por su reinado. Las
coronas usadas en esta solemnidad deben guardarse en el templo, como
prueba de la promesa del
Mesías. No pensemos en separar lo que Dios ha unido en su consejo de
paz. No podemos ir a Dios
por Cristo como nuestro Sacerdote si negamos que Él reine sobre nosotros
como nuestro Rey. No
tenemos base real para pensar que está hecha nuestra paz con Dios si no
tratamos de obedecer sus
mandamientos.
CAPÍTULO VII
Versículos 1—7. La pregunta de los
cautivos acerca del ayuno 8—14. El pecado, causa de su
cautiverio.
Vv. 1—7. Si deseamos conocer verdaderamente la
voluntad de Dios en asuntos dudosos, no sólo
debemos consultar su palabra y a sus ministros, sino buscar su dirección
orando con fervor. Los que
se interesen por saber qué piensa Dios deben consultar a los ministros
de Dios; y, en caso de duda,
pedir consejo a quienes tienen como actividad especial escudriñar las
Escrituras. —Parecía que los
judíos se preguntaban si debían o no continuar sus ayunos, viendo que,
probablemente, la ciudad y
el templo se iban a terminar. La primera respuesta a su pregunta es una
fuerte reprensión a la
hipocresía. Estos ayunos no eran aceptables para Dios a menos que se
observaran en mejor forma y
con mejor propósito. Tenían la forma del deber, pero nada de vida, ni
alma ni poder. Los ejercicios
santos tenemos que hacerlos para Dios, observando como regla su palabra
y como finalidad su
gloria, procurando complacerle y obtener su favor; pero el yo era el
centro de todas sus acciones.
No bastaba con llorar los días de ayuno; debían escudriñar las
Escrituras de los profetas para ver
cuál era la base de la contienda de Dios con sus padres. Sea que el
pueblo esté en prosperidad o en
adversidad, deben ser llamados a abandonar sus pecados y a cumplir su
deber.
Vv. 8—14. Los juicios de Dios para el Israel
antiguo por sus pecados, fueron escritos como
advertencia para los cristianos. Los deberes requeridos son, no observar
los ayunos ni ofrecer
sacrificios, sino hacer misericordia con justicia y amor, lo cual tiende
al bienestar y a la paz pública.
La ley de Dios refrena el corazón, pero ellos llenaron sus mentes con
prejuicios contra la palabra de
Dios. Nada es más duro que el corazón de un pecador presuntuoso. Véase
las consecuencias fatales
de esto para sus padres. Los grandes pecados contra Jehová de los
ejércitos traen gran ira de su
poder, que no puede ser resistida. Si se alberga pecado en el corazón,
ciertamente echará a perder el
éxito de la oración. El Señor siempre oye el clamor del penitente que
tiene quebrantado el corazón,
pero todos los que mueren impenitentes e incrédulos, no encontrarán
remedio para las desgracias
que despreciaron y desafiaron mientras estuvieron aquí, ni refugio
contra ellas; pero, entonces no
podrán soportar.
CAPÍTULO VIII
Versículos 1—8. Restauración de
Jerusalén. 9—17. El
pueblo alentado por las promesas del favor
de Dios, y exhortado a la santidad. 18—23.
Los judíos en los postreros tiempos.
Vv. 1—8. Los pecados de Sion eran sus peores
enemigos. Dios quitará sus pecados y, entonces, no
habrá otros enemigos que la hieran. Los que profesan la religión deben
adornar su profesión con
bondad y honestidad. Cuando llegue a ser la Ciudad de la Verdad y Monte
de Santidad, Jerusalén
será pacífica y próspera. Los versículos 4 y 5 describen bellamente el
estado de gran paz exterior,
acompañado de abundancia, templanza y contento. —Los israelitas
diseminados serán reunidos de
todas partes. Dios nunca los dejará ni los desamparará en el camino de
misericordia, porque esto les
ha prometido; y ellos nunca lo dejarán ni abandonarán en la senda del
deber, como le han
prometido. Estas promesas se cumplieron parcialmente en la Iglesia
judía, entre el cautiverio y el
tiempo de la venida de Cristo; pero tienen un cumplimiento más pleno en
la Iglesia del evangelio;
pero el cumplimiento pleno debe ser en los tiempos futuros de la Iglesia
cristiana o la futura
restauración de los judíos. Para los hombres esto es imposible, pero
para Dios todas las cosas son
posibles; hasta ahora los pensamientos y los caminos de Dios están por
encima de los nuestros. En
el actual estado inferior de la piedad vital, apenas podemos concebir
que pueda hacerse un cambio
tan completo; pero un cambio, tan amplio y glorioso, puede ser
ocasionado por la omnipotencia del
Espíritu que crea de nuevo en menos tiempo de lo que le plugo emplear
para crear el mundo. Que
sean fuertes las manos de todos los que laboran en la causa del
evangelio, sirviendo al Señor con
verdadera santidad, seguros de que su trabajo no será en vano.
Vv. 9—17. Sólo los que ponen mano en el arado del
deber las tendrán fortalecidas con las
promesas de misericordia: para los que evitan las faltas de sus padres
la maldición se convierte en
bendición. Los que creen las promesas iban a mostrar su fe por sus
obras, y a esperar el
cumplimiento. —Cuando Dios está descontento puede hacer que decaiga el
comercio, y poner a
cada hombre contra su vecino. Pero cuando Él regresa con misericordia,
todo es feliz y próspero.
Ciertamente los creyentes en Cristo no deben jugar con la exhortación a
dejar la mentira y a que
todo hombre hable paz con su prójimo, a odiar lo que el Señor odia, y a
amar aquello en que Él se
deleita.
Vv. 18—23. Cuando Dios viene a nosotros por sendas
de misericordia, debemos salirle al
encuentro con gozo y acción de gracias. Por tanto, sed fieles y honestos
en todos vuestros tratos; y
dejad que sea para vosotros un placer ser así; aunque por ello no
alcancéis las ganancias que
obtienen los demás en forma deshonesta, y en cuanto dependa de vosotros,
estad en paz con todos
los hombres. Las verdades de Dios gobiernen vuestra cabeza y que la paz
de Dios gobierne vuestro
corazón. Así los antiguos siervos de Dios atrajeron la atención de sus
vecinos paganos, cuyos
prejuicios fueron suavizados. —Habrá un gran crecimiento de la Iglesia.
Hasta ahora los judíos
habían tendido a aprender la idolatría de las demás naciones: ¡nada más
improbable que ellos
enseñaran religión a sus conquistadores, y a todas la principales
naciones de la tierra! Pero se
anuncia expresamente, y sucedió. Hasta ahora la profecía se ha cumplido
maravillosamente y, sin
duda, en los futuros acontecimientos tendrá nuevos cumplimientos. Bueno
es estar con los que
tienen a Dios consigo; si tomamos a Dios como nuestro Dios debemos tomar
a su pueblo como
nuestro pueblo, y estar dispuestos a echar nuestra suerte con ellos. —Pero
que nadie piense que el
puro celo, sea por judíos o gentiles, tomará el lugar de la religión
personal. Seamos cartas vivas de
Cristo, conocidas y leídas por todos los hombres, para que los demás
puedan desear ir con nosotros
y tener su porción con nosotros en las esferas de la bendición.
CAPÍTULO IX
Versículos 1—8. La defensa que Dios
hace de su Iglesia. 9—11. Venida
de Cristo y su reino. 12—
17. Promesas a la Iglesia.
Vv. 1—8. Estos son juicios anunciados contra
varias naciones. Mientras los macedonios y los
sucesores de Alejandro hacían la guerra en estos países, el Señor
prometió proteger a su pueblo. La
casa de Dios está en medio de un país enemigo; su Iglesia es un lirio
entre espinos. El poder y la
bondad de Dios se ven en su preservación especial. El Señor acampa
alrededor de su Iglesia, y
mientras los ejércitos de los enemigos soberbios pasan y regresan, sus
ojos la vigilan para que no
venzan y, dentro de poco tiempo, llegará el momento en que ningún
opresor volverá a pasar por
ella.
Vv. 9—11. El profeta prorrumpe en una jubilosa
representación de la llegada del Mesías del
cual explicaban esta profecía los judíos antiguos. Tomó el carácter de
su Rey cuando entró a
Jerusalén en medio de los vítores de la multitud. Pero su reino es un
reino espiritual. No será
prosperado por fuerza externa ni armas carnales. Su evangelio será
predicado al mundo, y recibido
entre los paganos. —Un estado pecaminoso es un estado de esclavitud; es
un foso, es una
mazmorra, en que no hay agua ni bienestar; y por naturaleza todos
estamos presos en este foso. Por
medio de la preciosa sangre de Cristo, muchos prisioneros de Satanás han
sido puestos en libertad
de este pozo, en el que, de otro modo, hubieran perecido sin esperanza
ni consuelo. Mientras lo
admiramos a Él, procuremos que su santidad y verdad puedan ser
demostradas en nuestros propios
espíritus y conductas. Estas promesas tienen cumplimiento en las
bendiciones espirituales del
evangelio, el cual disfrutamos por Cristo Jesús. Como la liberación de
los judíos fue un tipo de la
redención de Cristo, así esta invitación habla a todos el lenguaje del
llamamiento del evangelio. Los
pecadores son prisioneros, pero prisioneros con esperanza; su caso es
triste, pero no desesperado,
porque hay esperanza en Israel acerca de ellos. Cristo es fortaleza, una
torre fuerte, en quien los
creyentes están a salvo del miedo a la ira de Dios, la maldición de la
ley y los asaltos de los
enemigos espirituales. A Él debemos volvernos con fe viva; a Él debemos
huir y confiar en su
nombre en todas las pruebas y sufrimientos. Aquí se promete que el Señor
librará a su pueblo. —
Este pasaje también se refiere a los apóstoles y a los predicadores del
evangelio en los primeros
tiempos. Evidentemente Dios estaba con ellos; sus palabras, desde sus
labios, perforaban los
corazones y la conciencia de los oyentes. Fueron prodigiosamente
defendidos en la persecución y
fueron llenos con las influencias del Espíritu Santo. Fueron salvados
por el Buen Pastor como
rebaño suyo y honrados como joyas de su corona. Los dones, las gracias y
los consuelos del
Espíritu se derramaron el día de Pentecostés, Hechos ii, y son
representados en épocas sucesivas. —
Agudos han sido y aún lo serán los conflictos de los hijos de Sion, pero
su Dios les dará triunfos.
Mientras más ocupados y satisfechos estemos con su bondad, más
admiraremos la belleza revelada
en el Redentor. Sean cuales sean los dones que Dios nos otorgue, con
ellos debemos servirle
jubilosamente; y, cuando recibamos el refrigerio de sus bendiciones, debemos
decir, ¡cuán grande es
su bondad!
CAPÍTULO X
Versículos 1—5. Bendiciones por
pedir al Señor. 6—12. Dios
restaurará a su pueblo.
Vv. 1—5. Se han prometido bendiciones
espirituales bajo las alusiones figuradas de la abundancia
terrenal. La lluvia oportuna es una gran misericordia que podemos pedir
a Dios cuando sea más
necesaria, y podemos esperar que venga. En nuestras oraciones debemos
pedir misericordias en su
tiempo apropiado. El Señor hará nubes brillantes y dará chubascos de
lluvia. Esto puede ser una
exhortación a pedir las influencias del Espíritu Santo, con fe y por
oración, a través de lo cual se
obtiene y se disfruta de las bendiciones anunciadas en las promesas. —El
profeta demuestra la
necedad de recurrir a los ídolos, como habían hecho sus padres. El Señor
visitó con misericordia al
remante de Su rebaño y se ocupó de renovar su coraje y fuerza para el
conflicto y la victoria. —
Toda criatura es para nosotros lo que el Señor hace que sea. Todo el que
es levantado para sostener
la nación, como piedra del ángulo al edificio, o para unir a los que
difieren, como los clavos unen
los distintos maderos, debe proceder del Señor; y los encargados de
vencer a sus enemigos, deben
sacar de Él su poder y éxito. Esto puede aplicarse a Cristo; a Él debemos
mirar para levantar
personas que unan, sostengan y defiendan a su pueblo. Él nunca dirá: Me
buscáis en vano.
Vv. 6—12. He aquí promesas preciosas para el
pueblo de Dios, que mira el estado de los judíos
y hasta los tiempos postreros de la Iglesia. —La prédica del evangelio
es el llamado de Dios para
que las almas vayan a Jesucristo. Dios reunirá por su gracia a los que
Cristo redimió por su sangre.
—Las dificultades se superarán fácil y eficazmente, como las del camino
de la liberación de Egipto.
—El mismo Dios será su fuerza y su canción. Cuando resistamos y, de ese
modo venzamos a
nuestros enemigos espirituales, entonces se regocijarán nuestros
corazones. Si Dios nos fortalece,
debemos ponernos activos en todos los deberes de la vida cristiana, debemos
ser activos en la obra
de Dios; y debemos hacer todo en el nombre del Señor Jesús.
CAPÍTULO XI
Versículos 1—3. Destrucción
inminente de los judíos. 4—14. Trato del Señor para los judíos. 15—
17. El emblema y la maldición del pastor
inútil.
Vv. 1—3. Se anuncia figuradamente la destrucción
de Jerusalén y la de la Iglesia y de la nación
judía, profetizada clara y expresamente por nuestro Señor Jesucristo
cuando se cumplió el tiempo.
¿Cómo pueden quedar los cipreses si se caen los cedros? Las caídas en
pecado del bueno y sabio, y
las caídas en problemas del rico y grande, son una fuerte advertencia
para todos los que son sus
inferiores en todas formas. —Triste para un pueblo es que quienes
debieran ser como pastores para
ellos, sean como leoncillos. El orgullo del Jordán eran los arbustos de
sus riberas, y cuando el río
anegaba sus orillas, los leones salían de ahí rugiendo. Así, la condena
de Jerusalén puede alarmar a
las otras iglesias.
Vv. 4—14. Cristo vino a este mundo para juzgar a
la iglesia y a la nación judía que estaban
infelizmente corrompidas y degeneradas. Aquellos tienen sus mentes
lamentablemente cegadas,
hacen el mal y se justifican en eso; pero Dios no considerará inocentes
a los que así se consideran a
sí mismo. ¿Cómo podemos acudir a Dios a pedirle bendición para métodos
ilícitos de enriquecerse,
o ir a darle las gracias por tener éxito con ellos? —Había un deterioro
general de la religión entre
ellos, pero ellos no lo pensaban así. —El Buen Pastor alimentará a su
rebaño, pero su atención se
dirigirá principalmente al pobre. Como emblema parece que el profeta
tomó dos cayados: Gracia,
que significaba los privilegios de la nación judía en su pacto nacional;
el otro, Ataduras, que se
refería a la armonía que antes los unió como rebaño de Dios, pero ellos
optaron por seguir a falsos
maestros. La mente carnal y la amistad del mundo son enemistad para con
Dios y Él odia a todos
los hacedores de iniquidad; fácil es prever en qué terminará esto. —El
profeta pidió paga o
recompensa y recibió treinta piezas de plata. Por orden divina lo arrojó
al alfarero desdeñando la
pequeñez de la suma. Esto prefiguraba el trato de Judas para traicionar
a Cristo y el método final de
aplicarlo. Nada destruye tan seguramente a un pueblo como debilitar la
hermandad entre ellos. Esto
sigue a la disolución del pacto entre Dios y ellos; cuando abunda el
pecado, se enfría el amor y
siguen las confrontaciones civiles. —No es de maravillarse si los que
caen entre ellos han
provocado a Dios para que caiga sobre ellos. El desprecio voluntario de
Cristo es la gran causa de la
destrucción de los hombres. Si los profesantes hubieran valorado a
Cristo con justicia no hubieran
contendido sobre asuntos de poca monta.
Vv. 15—17. Habiendo mostrado la desgracia de este
pueblo abandonado justamente por el Buen
Pastor, Dios muestra su desgracia final por el abuso de los pastores
inútiles. Esta descripción
corresponde a la caracterización que hace Cristo de los escribas y
fariseos. Ellos nunca hacen nada
que sostenga al débil o consuele al débil, sino que buscan su propia
comodidad siendo bárbaros con
el rebaño. El pastor ídolo tiene el garbo y el aspecto de un pastor;
recibe sumisión y es mantenido
con mucho gasto, pero deja que el rebaño perezca por negligencia, o los
guía a la ruina con su
ejemplo. Esto se aplica a muchos de diferentes iglesias y naciones, pero
la advertencia se cumplió
en forma terrible en los maestros judíos. Aunque los tales engañan a
otros para su destrucción, ellos
mismos tendrán la condenación más tremenda.
CAPÍTULO XII
Versículos 1—8. Castigo de los
enemigos de Judá. 9—14. Arrepentimiento
y pena de los judíos.
Vv. 1—8. He aquí una predicción divina que será
una carga pesada para todos los enemigos de la
Iglesia, pero es para Israel: para su consuelo y beneficio. —Se predice
que Dios hará locos los
consejos y debilitará el valor de los enemigos de la Iglesia. El
significado exacto no está claro, pero
Dios suele empezar por llamar al pobre y despreciado; en aquel día hasta
el más débil se parecerá a
David, y será eminente en valor y en toda cosa buena. Sin duda, es
deseable que los ejemplos y las
labores de los cristianos los hagan arder como incendio en el bosque,
como antorcha en la paja, para
encender la llama del amor divino, para difundir la religión a diestra y
siniestra.
Vv. 9—14. El día del cual se habla aquí es el día
de la defensa y liberación de Jerusalén, ese día
glorioso en que Dios se manifestará para la salvación de su pueblo. En
la primera venida de Cristo,
Él aplastó la cabeza de la serpiente, y rompió todos los poderes de las
tinieblas que peleaban contra
el reino de Dios entre los hombres. En su segunda venida completará su
destrucción cuando derribe
a todo rey, principados y potestades enemigos; la misma muerte será
sorbida en victoria. —El
Espíritu Santo es bondadoso y misericordioso, Autor de toda gracia y
santidad. También es el
Espíritu de súplicas y muestra a los hombres su ignorancia, carencia, culpa,
desgracia y peligro. En
la época aquí anunciada a los judíos sabrán quién era el Jesús
crucificado; entonces, por fe lo
mirarán a Él y se lamentarán con la pena más profunda, no sólo en
público, sino en privado y hasta
cada uno por separado. Hay un lamento santo, efecto del derramamiento
del Espíritu; un lamento es
un fruto del Espíritu de gracia, una prueba de la obra de la gracia en
el alma, y del Espíritu de
súplicas. Se cumple en todos los que se entristecen santamente por el
pecado; ellos miran a Cristo
crucificado y lamentan por Él. Mirar por fe a la cruz de Cristo nos hará
lamentar el pecado de
manera santa.
CAPÍTULO XIII
Versículos 1—6. El manantial para
la remisión de pecados.—La convicción de los falsos profetas.
7—9. La muerte de Cristo y la salvación de un
remanente del pueblo.
Vv. 1—6. En la época mencionada al final del
capítulo anterior, se abriría un manantial para los
reyes y el pueblo de los judíos en la cual lavarían sus pecados. Era la
sangre expiatoria de Cristo
unida con su gracia que santifica. Hasta ahora ha estado cerrada para la
incrédula nación de Israel,
pero, cuando el Espíritu de gracia humille y ablande sus corazones, la
abrirá también para ellos.
Esta fuente abierta es el costado atravesado de Cristo. Todos somos como
cosa inmunda. He aquí un
manantial abierto para nosotros donde lavarnos, y arroyos que fluyen a
nosotros desde ese
manantial. La sangre de Cristo, y la misericordia perdonadora de Dios,
dadas a conocer en el nuevo
pacto, son un manantial que siempre fluye, que nunca puede agostarse.
Está abierta para todos los
creyentes que, como simiente espiritual de Cristo, son de la casa de
David, y como miembros vivos
de la Iglesia, son habitantes de Jerusalén. Por el poder de su gracia
Cristo quita el dominio del
pecado, hasta el de los pecados más queridos. Los que se lavan en la
fuente abierta, como son
justificados, así son santificados. —Las almas son apartadas del mundo y
de la carne, los dos
grandes ídolos, para que pueda aferrarse sólo de Dios. La reforma cabal
que tendrá lugar en la
conversión de Israel a Cristo está aquí predicha. Los falsos profetas
serán convictos de su pecado y
necedad, y retornarán a sus empleos apropiados. Cuando estamos convictos
de que nos hemos
salido del camino del deber, debemos demostrar la verdad de nuestro
arrepentimiento volviendo a
aquel. Bueno es reconocer que son amigos los que, por disciplina severa,
son instrumentos para
llevarnos a ver el error; pues fieles son las heridas de un amigo,
Proverbios xxvii, 6. Y siempre es
bueno para nosotros volverse acordar de las heridas de nuestro Salvador.
Usualmente Él ha sido
herido por aquellos que profesan ser sus amigos, no, aún por sus mismos
discípulos, cuando ellos
actuan contrario a su palabra.
Vv. 7—9. Aquí hay una profecía de los
sufrimientos de Cristo. Dios Padre ordenó a la espada de
su justicia que se despertara contra su Hijo, cuando hizo libremente de
su alma una ofrenda por el
pecado. Como Dios, Él es llamado “Compañero mío”. Cristo y el Padre son
uno. Él es el pastor que
iba a poner su vida por las ovejas. Si es sacrificio, Él debe ser
muerto, porque sin derramamiento de
sangre no se hacía remisión. Esta espada debe despertarse contra Él,
pero Él no tenía pecado propio
por el cual responder. Puede referirse a la totalidad de los
sufrimientos de Cristo, especialmente a
sus agonías en el huerto y en la cruz, cuando soportó angustia indecible
hasta que la justicia divina
se satisfizo por completo. Hiere al Pastor y serán dispersadas las ovejas.
Este pasaje fue cumplido,
dice nuestro Señor Jesús, cuando todos sus discípulos lo abandonaron y
huyeron en la noche que
fue traicionado. Tiene y tendrá su cumplimiento en la destrucción de la
parte corrupta e hipócrita de
la Iglesia profesante. Debido al pecado de los judíos que rechazaron y
crucificaron a Cristo, y se
opusieron a su evangelio, los romanos destruirían a la mayor parte, pero
un remante sería salvo. Si
somos su pueblo, seremos refinados como el oro; Él será nuestro Dios y
al final de todas nuestras
pruebas y sufrimientos, habrá alabanza, honra, y gloria en la aparición
de nuestro Señor Jesucristo.
CAPÍTULO XIV
Versículos 1—7. Sufrimientos de
Jerusalén. 8—15. Perspectivas
alentadoras, y la destrucciónde
sus enemigos. 16—21. La
santidad de los postreros tiempos.
Vv. 1—7. El Señor Jesús estuvo a menudo en el
Monte de los Olivos cuando estuvo en la tierra.
Ascendió desde allí al cielo y, luego, vinieron desolaciones y angustias
a la nación judía. Tal es el
punto de vista figurado que se toma de esto, pero muchos lo consideran
como noticia de sucesos
aún sin cumplir, y que se refieren a trastornos de los cuales no podemos
ahora formarnos una idea
cabal. Todo creyente, estando emparentado a Dios como su Dios, puede
triunfar en la expectativa de
la venida de Cristo con poder, y hablar de ella con placer. Durante una
larga temporada el estado de
la Iglesia será deformado por el pecado; habrá una mezcla de verdad y
error, de dicha y desgracia.
Tal es la experiencia del pueblo de Dios, un estado mixto de gracia y
corrupción, pero, cuando la
temporada esté en lo peor, y sea menos promisoria, el Señor convertirá
en luz las tinieblas; la
liberación viene cuando el pueblo de Dios haya terminado de buscarla.
Vv. 8—15. Algunos consideran que el avance del
evangelio, empezando desde Jerusalén, se
representa por las aguas vivas que fluyen de esa ciudad. Tampoco
fallarán nunca el evangelio y los
medios de gracia, ni las gracias del Espíritu obradas en los corazones
de los creyentes por esos
medios, debido al ardor de la persecución o a las tormentas de la
tentación, o a los estallidos de
cualquier otra aflicción. Se anuncian aquí tremendos juicios que
recaerán sobre los que se opongan
al establecimiento de los judíos en su tierra. Cuando distan de ser
entendidas literalmente las cosas
que los hechos solos pueden determinar. —La ira y la maldad enfurecidas
que incitan a los hombres
unos contra otros, son pálidas sombras de la enemistad que reina entre
los que han perecido en sus
pecados. Hasta las criaturas inferiores sufren a menudo por el pecado
del hombre, y en sus plagas.
Así, Dios mostrará su desagrado por el pecado.
Vv. 16—21. Como es imposible que todas las naciones
vayan literalmente a Jerusalén una vez
al año para celebrar una fiesta, es evidente que aquí hay un significado
figurado. —La adoración
evangélica se representa por guardar la fiesta de los tabernáculos. Cada
día de la vida de un
cristiano es un día de fiesta de los tabernáculos; cada día del Señor
es, en especial, el día grande de
la fiesta; por tanto, cada día adoremos a Jehová de los ejércitos, y
guardemos cada día del Señor con
peculiar solemnidad. —Justo es que Dios retenga las bendiciones de la
gracia de quienes no asisten
a los medios de gracia. Es un pecado que es su propio castigo; los que
abandonan el deber,
abandonan el privilegio de comunión con Dios. —Llegará un tiempo de
completa paz y pureza de la
Iglesia. Los hombres ejecutarán sus asuntos corrientes y sus servicios
sagrados con los mismos
principios santos de fe, amor y obediencia. La santidad real será más
difundida, porque habrá un
derramamiento más pleno que nunca antes del Espíritu de santidad. Habrá
santidad hasta en las
cosas corrientes. —Toda acción y todo goce del creyente será así
regulada según la voluntad de
Dios, para que sea dirigida a su gloria. Nuestra vida entera será como
un sacrificio o acto de
devoción constante; ningún motivo egoísta dominará ninguna de nuestras
acciones. ¡Pero, cuán
lejos está la Iglesia cristiana de este estado de pureza! Sin embargo,
se aproximan otros tiempos y el
Señor reformará y agrandará su Iglesia, como ha prometido. Pero sólo en
el cielo hay perfecta
santidad y felicidad.