TITO
Esta epístola contiene principalmente instrucciones para Tito acerca de
los ancianos de la Iglesia
y la manera de instruir; la última parte le dice que exhorte que se
obedezca a los magistrados, que
enfatice las buenas obras, evite las preguntas necias y prohíba las
herejías. Las instrucciones que da
el apóstol son todas evidentes y claras. La religión cristiana no fue
formada para responder a puntos
de vista egoístas o mundanos; es sabiduría de Dios y poder de Dios.
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CAPÍTULO I
Versículos 1—4. El apóstol saluda a
Tito. 5—9. Las calificaciones
de un pastor fiel. 10—16. El
temperamento y las costumbres malas de los falsos maestros.
Vv. 1—4. Son siervos de Dios todos los que no son
siervos del pecado y de Satanás. Toda la verdad
del evangelio es conforme a la piedad, y enseña el temor de Dios. La
intención del evangelio es
producir esperanza y fe; sacar la mente y el corazón del mundo y
elevarlos al cielo y a las cosas de
lo alto. ¡Cuán excelente es, entonces, el evangelio que desde los
primeros tiempos fue el tema de la
promesa divina y cuánta gratitud le debemos por nuestros privilegios! La
fe viene por el oír, y el oír
por la palabra de Dios; y quien sea así llamado, debe predicar la
palabra. —La gracia es el favor
gratuito de Dios y la aceptación de Él; y la misericordia, los frutos de
ese favor, son el perdón de
pecados, y la libertad de todas las miserias, tanto aquí como en el más
allá. La paz es el efecto y
fruto de la misericordia: la paz con Dios por medio de Cristo que es
nuestra Paz, y paz con las
criaturas y con nosotros mismos. La gracia es la fuente de todas las bendiciones.
La misericordia, la
paz, y todo lo bueno surgen de ella.
Vv. 5—9. El carácter y las cualidades de los
pastores, aquí llamados ancianos y obispos,
concuerdan con lo que el apóstol escribió a Timoteo. Puesto que los
obispos y sobreveedores del
rebaño, deben ser ejemplo para ellos, y mayordomos de Dios para cuidar
los asuntos de su casa, hay
mucha razón para que sean irreprensibles. Se indica claramente lo que no
deben ser y lo que tienen
que ser como siervos de Cristo y ministros eficientes de la letra y la
práctica del evangelio. Aquí se
describe el espíritu y la costumbre que corresponde a los tales, que
deben ser ejemplo de buenas
obras.
Vv. 10—16. Se describe a los falsos maestros. Los
ministros fieles deben oponerse a ellos en el
momento oportuno para que la necedad de ellos se haga manifiesta, para
que no sigan adelante.
Tenían una baja finalidad en lo que hacían; sirviendo un interés mundano
so pretexto de la religión:
porque el amor al dinero es raíz de todo el mal. Los tales deben ser
resistidos y avergonzados, por la
sana doctrina de las Escrituras. Las acciones vergonzosas, el reproche
de los paganos, deben estar
lejos de los cristianos; la falsedad y la mentira, la astucia envidiosa
y la crueldad, las costumbres
brutales y sensuales, la ociosidad y la pereza, son pecados condenados
hasta por la luz de la
naturaleza. Pero la mansedumbre cristiana dista tanto del disimulo
cobarde del pecado y del error
como de la ira y la impaciencia. Aunque haya diferencias nacionales de
carácter, sin embargo, el
corazón del hombre de toda época y lugar es engañoso y perverso. Pero
las reprensiones más
agudas deben apuntar al bien del reprendido; la fe sana es muy deseable
y necesaria. Nada es puro
para los que son corrompidos e incrédulos; ellos abusan y hacen pecado
de las cosas buenas y
lícitas. Muchos profesan conocer a Dios, pero en sus vidas lo niegan y
rechazan. Nótese el
miserable estado de los hipócritas, como los que tienen una forma de
piedad, pero están sin su
poder; de todos modos, no estemos tan dispuestos a acusar de esto a los
demás, como cuidadosos de
que no se aplique a nosotros.
CAPÍTULO II
Versículos 1—8. Los deberes que se
convierten en sana doctrina. 9, 10. Los siervos creyentes deben
ser obedientes. 11—15. Todo se rige por el santo designio del evangelio, el cual concierne a
todos los creyentes.
Vv. 1—8. Los antiguos discípulos de Cristo deben
comportarse en todo de manera armoniosa con la
doctrina cristiana. Los ancianos deben ser sobrios; que no piensen que
el deterioro de la naturaleza
justifica cualquier exceso, pero busquen consuelo en la comunión más
íntima con Dios, no en
concesiones indebidas. La fe obra por amor y debe verse en el amor, el
de Dios por sí mismo y el de
los hombres por amor a Dios. Las personas mayores tienden a ser
irritables y temerosas; por tanto,
se necesita cuidarlas. Aunque no hay un texto bíblico expreso para cada
palabra o mirada, hay, no
obstante, reglas generales conforme a las cuales debe ordenarse todo.
Las mujeres jóvenes deben ser
sobrias y discretas, porque muchas se exponen a tentaciones fatales por
lo que al principio pudo ser
sólo falta de discreción. Se agrega la razón: para que no sea blasfemada
la Palabra de Dios. Fallar
en los deberes es un gran reproche al cristianismo. —Los jóvenes son
dados a ser ansiosos y
precipitados, por tanto, se les debe llamar con seriedad a que sean
sobrios: hay gente joven que se
arruina más por el orgullo que por cualquier otro pecado. —Todo esfuerzo
del hombre piadoso debe
ser para callar las bocas de los adversarios. Que tu propia conciencia
responda a tu rectitud. ¡Qué
gloria es para el cristiano cuando la boca que se abre en su contra, no
puede hallar nada malo para
hablar de él!
Vv. 9, 10. Los siervos deben conocer y cumplir su
deber para con sus amos terrenales, con
referencia al amo celestial. Al servir a un amo terrenal conforme a la
voluntad de Cristo, Él es
servido; los tales serán recompensados por Él. No darse al lenguaje
insolente y provocativo, pero
aceptar en silencio una reprensión o un reproche, sin formular
respuestas soberbias ni atrevidas.
Cuando uno tiene conciencia de una falta, excusarse o justificarla
simplemente la aumenta al doble.
Nunca uséis por cuenta propia lo que pertenece al amo, ni desperdiciéis
los bienes que os hayan
confiado. Demuestra toda esa buena fidelidad para utilizar los bienes
del amo, y fomentar su
progreso. Si no habéis sido fieles en lo que es de otro hombre, ¿quién
os dará lo que es propio?
Lucas xvi, 12. La religión verdadera es un honor para los que la
profesan y ellos deben adornarla en
todas las cosas.
Vv. 11—15. La doctrina de la gracia y la salvación
por el evangelio es para todos los rangos y
estados del hombre. Nos enseña a dejar el pecado; a no tener más
relación con éste. La
conversación terrenal y sensual no conviene a la vocación celestial.
Enseña a tomar conciencia de lo
que es bueno. Debemos mirar a Dios en Cristo como objeto de nuestra
esperanza y adoración. La
conversación del evangelio debe ser una conversación buena. Nótese aquí
nuestro deber en pocas
palabras: negar la impiedad y las lujurias mundanas, vivir sobria, recta
y piadosamente, a pesar de
todas las trampas, tentaciones, ejemplos malos, usos malos y vestigios
del pecado en el corazón del
creyente, con todos sus obstáculos. Nos enseña a buscar las glorias del
otro mundo. En la
manifestación gloriosa de Cristo, se completará la bendita esperanza de
los cristianos. —Llevarnos
a la santidad y a la felicidad era la finalidad de la muerte de Cristo.
Jesucristo, el gran Dios y
Salvador nuestro, que salva no sólo como Dios, y mucho menos como Hombre
solo, sino como
Dios-Hombre, dos naturalezas en una sola persona. Él nos amó, y se dio
por nosotros; ¡y qué menos
podemos hacer sino amarle y darnos a Él! La redención del pecado y la
santificación de la
naturaleza van aunadas y forman un pueblo peculiar para Dios, libre de
culpa y condenación, y
purificado por el Espíritu Santo. —Toda la Escritura es provechosa. Aquí
está lo que proveerá para
todas las partes del deber y el correcto desempeño de ellos. Indaguemos
si toda nuestra dependencia
está puesta en esa gracia que salva al perdido, perdona al culpable, y
santifica al inmundo. Mientras
más alejados estemos de jactarnos de buenas obras imaginarias, o de
confiar en ellas, para
gloriarnos en Cristo solo, más celosos seremos para abundar en toda
verdadera obra buena.
CAPÍTULO III
Versículos 1—7. La obediencia a los
magistrados y la conducta conveniente para con todos, se
enfatizan a partir de lo que eran, antes de la conversión, los
creyentes, y lo que son hechos por
medio de Cristo. 8—11. Deben hacerse buenas obras y evitar los debates inútiles. 12—15.
Instrucciones y exhortaciones.
Vv. 1—7. Los privilegios espirituales no vacían
ni debilitan, antes bien confirman los deberes
civiles. Sólo las buenas palabras y las buenas intenciones no bastan sin
las buenas obras. No deben
ser belicosos, sino mostrar mansedumbre en todas las ocasiones, no sólo
con las amistades sino a
todos los hombres, pero con sabiduría, Santiago ii, 13. Aprendamos de
este texto cuán malo es que
un cristiano tenga malos modales con el peor, el más débil y el más
abyecto. —Los siervos del
pecado tienen muchos amos, sus lujurias los apresuran a ir por diferentes
caminos; el orgullo manda
una cosa, la codicia, otra. Así son odiosos, y merecen ser odiados.
Desgracia de los pecadores es
que se odien unos a otros, y deber y dicha de los santos es amarse los
unos a los otros. Somos
librados de nuestro estado miserable sólo por la misericordia y la libre
gracia de Dios, el mérito y
los sufrimientos de Cristo, y la obra de su Espíritu. —Dios Padre es
Dios nuestro Salvador. Él es la
fuente de la cual fluye el Espíritu Santo para enseñar, regenerar y
salvar a sus criaturas caídas; y
esta bendición llega a la humanidad por medio de Cristo. El brote y el
surgimiento de ellos son la
bondad y el amor de Dios al hombre. El amor y la gracia tienen gran
poder, por medio del Espíritu,
para cambiar y volver el corazón a Dios. Las obras deben estar en el
salvado, pero no son la causa
de su salvación. Obra un nuevo principio de gracia y santidad, que
cambia, gobierna y hace nueva
criatura al hombre. La mayoría pretende que al final tendrá el cielo,
aunque ahora no les importa la
santidad: ellos quieren el final sin el comienzo. He aquí el signo y
sello externo de ello en el
bautismo, llamado el lavamiento de la regeneración. La obra es interior
y espiritual; es significada y
sellada exteriormente en esta ordenanza. No se reste importancia al
signo y sello exterior; pero no
descanséis en el lavamiento exterior, pero busca la respuesta de una
buena conciencia, sin la cual el
lavado externo no sirve de nada. El que obra en el interior es el
Espíritu de Dios; es la renovación
del Espíritu Santo. Por Él mortificamos el pecado, cumplimos el deber,
andamos en los caminos de
Dios; toda la obra de la vida divina en nosotros, los frutos de la
justicia afuera, son por este Espíritu
bendito y santo. El Espíritu y sus dones y gracias salvadoras vienen por
medio de Cristo, como
Salvador, cuya empresa y obra es llevar a los hombres a la gracia y la
gloria. La justificación, en el
sentido del evangelio, es el perdón gratuito del pecador; aceptarlo como
justo por la justicia de
Cristo recibida por fe. Dios es bueno con el pecador cuando lo justifica
según el evangelio, pero es
justo consigo mismo y con su ley. Como el perdón es por medio de la
justicia perfecta, y Cristo
satisface la justicia, esta no puede ser merecida por el pecador mismo.
La vida eterna se presenta
ante nosotros en la promesa; el Espíritu produce la fe en nosotros y la
esperanza de esa vida; la fe y
la esperanza la acercan y llenan de gozo por la expectativa de ella.
Vv. 8—11. Cuando se ha declarado la gracia de Dios
para con la humanidad, se insta la
necesidad de las buenas obras. Los que creen en Dios deben cuidar de
mantener las buenas obras,
buscando oportunidades para hacerlas, influidos por el amor y la
gratitud. Hay que evitar las
cuestiones necias y vanas, las distinciones sutiles y las preguntas
vanas; tampoco debe la gente
desear lo novedoso, sino amar la sana doctrina que tiende mayormente a
edificar. Aunque ahora
pensemos que algunos pecados son leves y pequeños, si el Señor despierta
la conciencia, sentiremos
que aun el menor pesa mucho en nuestras almas.
Vv. 12—15. El cristianismo no es una profesión
infructuosa, y quienes lo profesan deben estar
llenos de los frutos de justicia que son por Jesucristo, para la gloria
y alabanza de Dios. Deben hacer
el bien y mantenerse lejos del mal. Que los ‘nuestros’ tengan labores y
ocupaciones honestas para
proveer para sí mismos y para sus familias. El cristianismo obliga a
todos a buscar algún trabajo y
vocación honesta, y en ellos, permanecer con Dios. —El apóstol termina
con expresiones de
consideración amable y una oración ferviente. La gracia sea con todos
vosotros; el amor y el favor
de Dios, con sus frutos y efectos, para los casos de necesidad; y
abunden en ellos en sus almas cada
vez más. Este es el deseo y la oración del apóstol que muestra su afecto
por ellos, y su deseo de bien
para ellos, y quiere que sea el medio de obtener y traigan sobre sí, lo
pedido. La gracia es la cosa
principal que se debe desear y rogar orando, con respecto a nosotros o
al prójimo; es “todo bien”.